sábado, 27 de septiembre de 2008

"EL SER HUMANO ESTA EN PELIGRO"



¡ EL SER HUMANO ESTÁ EN PELIGRO!
J. KRISHNAMURTI
CONFERENCIA PRONUNCIADA EN NUEVA DELHI, INDIA, 1966.
Creo necesario hacer una reflexión sobre los graves incidentes que están
ocurriendo realmente en el mundo, no sólo en este país, sino en diferentes
partes del planeta. Se formulan preguntas muy profundas y pienso que
desde un principio debemos considerar muy objetivamente lo que en
realidad está pasando. Existe general deterioro: de esto no hay duda. En lo
moral y lo religioso los viejos valores se han esfumado por completo. En
todas partes del mundo hay gran perturbación y descontento. Se pone en
tela de juicio el propósito de la educación, el objeto mismo de la existencia
del hombre, no sólo en forma muy limitada como se hace en este país, sino
honda y extensamente. Y uno puede ver, tanto en Occidente como aquí,
que este cuestionar, este reto, no está siendo afrontado adecuadamente. En
este país, lo sabéis tanto como yo, probablemente mejor, por cuanto yo soy
un residente ocasional que viene tres o cuatro meses cada año, pero observo
que hay un rápido declinar, la gente está dispuesta a quemarse por causas
muy triviales, por ejemplo, sobre si debe haber uno o dos gobernadores.
Estáis dispuestos a ayunar por una cuestión nimia y tonta; los hombres
santos están preparados para atacar a la gente, y así por el estilo –un
enfoque trivial ante un tremendo problema.
No creo que nos demos cuenta de este inmenso problema. Este país ha
disipado sus energías en cosas triviales, respondiendo a la presión de las
circunstancias sin tener una perspectiva profunda y amplia; ha enfocado
todas las cuestiones desde un punto de vista nacionalista incluyendo el
problema del hambre. No se ha considerado al hombre como un todo, sino
desde la perspectiva limitada de una tribu particular, con un criterio
sectario y religioso especialmente estrecho. Todos sabemos esto y
aparentemente el gobierno y el pueblo son incapaces de detenerlo por
completo. Están atrapados en una total ineficiencia, en una honda
desconfianza, en profundo descontento, incapaces de responder total y
hondamente a todo el problema. Asimismo podéis ver que en Europa y
América, como en Rusia y China, hay tremendo descontento y que a ese
descontento se responde en forma por demás estrecha.
Existe la guerra. Y la gente se encara a ella favoreciendo esta guerra y
desaprobando otra; ésta porque es justa y la otra porque políticamente no
lo es. Habiendo predicado la no violencia por cuarenta años o más, toman
partido de un lado u otro y están listos para la lucha, para matar, para
violentarse a la más mínima incitación. Tenemos todo esto a la vista: no
sólo lo que ocurre en Occidente, sino también en la India; el problema es de
tan vastas dimensiones...Pero yo no creo que haya político o líder religioso
alguno en todo el mundo que encare la situación como un todo. Todos la
ven según su limitado criterio religioso o político, o según su particular
demanda económica o social. Nadie aparentemente toma el problema como
un todo y se enfrenta a él en su totalidad en vez de hacerlo
fragmentariamente, en su papel de sikh, hindú, musulmán, cristiano,
católico, comunista o socialista. Y porque no se le está haciendo frente al
problema como un todo, la gente trata de escapar de diferentes formas: por
ejemplo, ingiere LSD, droga que les proporciona una experiencia tremenda.
Esto es irse por la tangente y ante un reto pequeño, infantil e inmaduro,
responden en la misma forma: inmaduramente.
Así, pues, el problema nos concierne a todos, a cada uno de nosotros.
Existe el hambre, hay guerras, la religión ha fracasado totalmente y ya no
tiene sentido, excepto para algunas personas. La creencia organizada está
perdiendo su poder aun cuando la propaganda en nombre de la religión, en
nombre de Dios, en nombre de la paz, sigue siempre pregonándose en los
periódicos y por doquier. Así que la educación, la religión y la política han
fracasado completamente en la resolución del problema, de igual modo
que la ciencia. Y no vale la pena recurrir a ninguna de ellas ni a ningún
guía o maestro, porque el hombre ha perdido la fe en todo ello. Y porque ha
perdido la fe está temeroso y por consiguiente es violento. No sólo en este
país, sino en todo el mundo, la gente es violenta; de ahí los conflictos que
tienen lugar en América entre blancos y negros y las cosas espantosas que
ocurren en ese país. Esencialmente el hombre ha perdido la fe, no sólo en
las creencias, en los ideales y en los valores que se han establecido para él,
sino también en sí mismo. Ha perdido la fe por completo. No sabe hacia
dónde volverse, en qué dirección buscar la luz. Como ha perdido la fe tiene
miedo, y como tiene miedo su sola contestación al miedo es la violencia.
Esto es lo que está ocurriendo.
Por lo tanto, tenemos que ser serios, que manifestar un profundo interés, no
según creencias o patrones, sino serios para buscar, a fin de que podamos
empezar a descubrir de nuevo la fuente que se ha secado.
No sé si lo habéis observado en vosotros mismos, como seres humanos, no
como seres fragmentarios en un mundo fragmentado; un ser humano no
tiene nacionalidad, sea indio, hindú, musulmán, sikh, cristiano, comunista o
socialista. Y como seres humanos no pertenecéis a ninguna religión,
partido político o ideología. Si os habéis observado como seres humanos
veréis en vosotros, y por consiguiente en los demás, que la fuente de
nuestro ser, de nuestra existencia, el sentido de nuestra vida, la lucha que
llevamos diariamente, todo ello no tiene ya ningún sentido. Por lo tanto,
tenemos que encontrar por nosotros mismos la fuente que se ha secado, y
también si es posible hallar de nuevo las aguas de esa inmensa realidad, y
actuar desde esa realidad. Y eso es lo que vamos a descubrir nosotros
mismos aquí durante estas pláticas.
¿Comprendéis el problema, señores? Las religiones, los líderes políticos o
religiosos, los libros, la propaganda, las creencias, las doctrinas, los
salvadores, todo ello ha perdido su sentido. Para cualquier hombre
realmente intelectual y serio, consciente por completo de estos problemas,
todas las cosas de las que hemos dependido han perdido significación. Ya
no sois los hombres religiosos que pretendéis ser. Y no sois seres humanos,
porque habéis perdido el propósito, el sentido, el significado de vuestra
existencia. Podéis asistir al trabajo durante los próximos cuarenta años,
rutinariamente, para ganaros el sustento, pero eso tampoco resuelve el
problema.
Para descubrir, pues, la totalidad de este asunto, para comprender este
inmenso problema, tenemos que verlo en forma nueva, no con los ojos de
un cristiano, de un hindú, de un musulmán o de un comunista. Tenemos
que mirarlo de una manera totalmente nueva, lo que significa, en primer
lugar, que no debemos dejarnos llevar por las circunstancias, ni responder
sólo al problema inmediato –aunque sí tenemos que actuar con respecto al
problema inmediato, pero no como si ello fuera la única cosa en la vida.
Tenemos que darnos cuenta de las circunstancias, pero no permitir que
ellas nos compelan a actuar.
¿Comprendéis la cuestión? En este país los hombres se querellan por
pedacitos de tierra y están dispuestos a quemarse y matarse unos a los otros
por el hecho de ser sikhs, musulmanes o Dios sabe qué. Y es tan fuerte la
compulsión del medio ambiente y las circunstancias, que todos reaccionáis
a ella.
Por consiguiente, uno tiene que darse cuenta de las circunstancias y de lo
que en ellas está implícito, y actuar lo menos posible presionado por las
mismas. Además, uno tiene que estar alerta a su propio temperamento y no
dejarse guiar por él, ni tampoco actuar por su propia inclinación. Estas tres
cosas son de importancia esencial cuando nos enfrentamos a un problema
inmenso: primero hemos de comprender que no debemos seguir nuestra
inclinación personal, por agradable y apremiante que sea, ni actuar según
ella. Asimismo, no debemos permitir que nuestro temperamento, intelectual
o emocional, o nuestra idiosincrasia, rijan nuestra vida y nuestra acción.
Finalmente, no hemos de ser movidos por las circunstancias. Si podemos
comprender estas cosas plenamente, estas tres cosas, entonces podemos
enfrentar este inmenso reto, este enorme problema: que el ser humano está
en peligro. ¿Comprendéis, señores? El considerar la cuestión de una
parcela de tierra o de algún gobernador, etc., esto es demasiado inmaduro e
infantil, demasiado aterrador.
Así, pues, lo que tenemos que hacer, si es que tenemos un poco de seriedad
–y ser serios es absolutamente necesario porque la casa está ardiendo, no
solo la casa que se llama India, sino el mundo está en llamas...-, lo que
tenemos que hacer es responder al reto en su totalidad y no traer un
pequeño balde de arena con la esperanza de extinguir el fuego. Tenemos
que ser enormemente serios. Y me temo que no lo hemos sido; hemos
disipado nuestras energías por haber respondido a circunstancias triviales,
por haberlas malgastado en todas direcciones. Os volvisteis seguidores de
Gandhiji, o de alguna otra persona, y disipasteis vuestras energías; cuando
estáis ante un inmenso problema, sois incapaces de responder a él en forma
total.
Por lo tanto, uno tiene que comprender este inmenso problema del hombre:
que el hombre está en peligro, el ser humano está en peligro, no cualquier
individuo en particular, sino el ser humano en su totalidad está en peligro.
Y para comprender este inmenso problema, primeramente, no debéis
guiaros por vuestras inclinaciones, ni por lo que os gusta o disgusta; tenéis
que mirar el problema. Pero no podéis hacerlo si dependéis de vuestras
inclinaciones personales u os dejáis guiar por vuestro temperamento. Como
sabéis, muchos de nosotros somos muy listos, porque hemos leído mucho,
hemos aprobado muchos exámenes. Nuestra mente, nuestro intelecto, es
muy agudo, engañador, hipócrita, y nuestro temperamento tiene esta
capacidad de engañarse y afirmarse a sí mismo, de funcionar a lo largo de
una línea particular de acuerdo con su especial demanda. Y, por supuesto,
cuando sois arrastrados o compelidos a actuar según las circunstancias, no
es posible interesaros en el ser humano total.
Son, pues, éstas las primeras cosas ante las cuales uno tiene que estar
alerta: inclinación, temperamento y circunstancias. Cuando las habéis
comprendido, entonces podéis hacer frente al inmenso problema del
hombre. Vuestras inclinaciones personales, ya sea que creáis o no en Dios,
constituyen un prejuicio personal. No tienen valor en absoluto. Al sopesar
un problema, intelectual, emocional o sentimental, ello expresa vuestro
particular temperamento. Uno podría ahondar mucho más en la cuestión del
temperamento, pero por el momento no es importante. Así que cualquier
aproximación particular a este inmenso problema indica que o bien os ha
guiado vuestra propia inclinación, u os obligan las circunstancias, o bien
actuáis siguiendo vuestro estrecho y reducido temperamento.
Si todo esto está muy claro –esto es, que no nos es posible actuar de
acuerdo con dichas influencias-, entonces seremos capaces de mirar el
problema de una manera enteramente distinta. Y he aquí que existe un
inmenso problema, porque el hombre, es decir, el ser humano, ha perdido –
si es que lo tuvo alguna vez- el origen, la fuente, la hondura, la vitalidad de
vivir de nuevo; se ha vuelto un ser humano solitario, atemorizado, ansiosos,
preso en la desesperación, descontento, infeliz, en tremendo dolor. Puede
que no os deis cuenta de todo esto porque nadie desea verse a sí mismo con
mucha claridad. El vernos a nosotros mismos claramente es muy difícil,
porque deseamos escapar de nosotros mismos. Y cuando en realidad nos
miramos, no sabemos qué hacer con nosotros.
Así, pues,, nuestro problema es: como la fuente de nuestro ser, la fuente de
nuestra existencia, se está secando, ha perdido su sentido, ahora tenemos
que encontrar, por nosotros mismos, lo que todo esto significa. ¿Sabéis qué
está ocurriendo en Occidente? Los jóvenes han aprobado brillantes
exámenes, ven la guerra, observan las grandes corporaciones comerciales,
llegan a ser ejecutivos, etc., y se preguntan: ¿cuál es el objetivo de todo
esto, cuál es el objeto de la guerra, para qué llegar a ser muy astutos, o
tener mucho dinero, cuando la vida en sí misma no tiene ya sentido alguno?
Así, esos jóvenes recurren a drogas diversas que les dan un tremendo
sentido de una experiencia nueva y con eso quedan satisfechos. Los que así
actúan no son gente estúpida, son muy inteligentes, muy sensibles,
altamente cultivados.
Puesto que la vida ya no tiene sentido alguno, podéis inventarle uno, podéis
inventar un propósito, crear un significado. Pero estas invenciones son
meramente producto de la actividad de una mente intelectual y por lo tanto
no tiene validez. Ni la fe tiene ya validez; el que creáis o no creáis no tiene
sentido en absoluto, por cuanto creeréis de acuerdo con vuestras propias
circunstancias. Si habéis nacido en este país, seréis un hindú, un sikh, un
musulmán, un cristiano o sabe Dios qué, y según esto se os fuerza a creer o
no creer. Así que la creencia, la invención de un propósito para la vida, un
significado hábilmente elaborado por el intelecto, no tiene ya sentido
alguno.
No creo que alcancéis a ver a seriedad de todo esto: el hombre ha llegado al
término de sus invenciones, sus creencias, sus dogmas, sus dioses, sus
esperanzas, sus temores; ha llegado a un absoluto fin. Puede que no os deis
cuenta de ello; podéis todavía ocultándoos tras las paredes de vuestras
creencias o vuestras esperanzas. Pero ellas son ilusorias, no tienen validez
en absoluto cuando uno se enfrenta con esta crisis.
Así que, habiendo comprendido todo esto –si es que uno es capaz de
comprenderlo-, debemos empezar a averiguar cómo renovar la mente, a
renovar la totalidad del ser. ¿Comprendéis? Espero estar haciendo mi
pregunta muy clara. Señores, ved: por más de cinco mil años el ser humano
ha estado luchando, teniendo que encararse a su propio inmenso dolor, a
sus guerras y desilusiones, a la completa desesperanza de una vida sin
sentido; siempre inventando sus dioses, inventando un cielo y un infierno
para mantenerse dentro de la rectitud, rodeado siempre de ideas, ideales,
esperanzas. Pero todo eso se ha desvanecido. Vuestros Ramas y Sitas,
vuestros Upanishads, vuestros grandes dioses: todo esto se ha esfumado y os
toca enfrentaros a vosotros mismos como seres humanos y tenéis que hallar
una contestación. Por consiguiente, vuestra responsabilidad como seres
humanos es extraordinariamente grande.
Así, pues, nuestra pregunta es: ¿cómo una mente que ha sido tan
fuertemente condicionada por tantos siglos, a través de tanta agonía, cómo
va a renovarse una mente así, de manera que pueda funcionar y pensar en
forma totalmente distinta? ¿Comprendéis esta pregunta? Los comunistas y
los totalitarios dicen “moldearemos la mente, la construiremos, la
dividiremos y la reacondicionaremos”. ¿Estáis siguiendo todo esto? Los
católicos, los protestantes. Los hindúes, los musulmanes y gente de todo el
mundo han hecho esto una y otra vez. Y así, cada ser humano está
fuertemente condicionado de una manera, y reacondicionado de otra, por
los políticos, la propaganda, los sacerdotes, los comisarios, los socialistas,
los comunistas –interminablemente remodelados una y otra vez. Y
cuando comprendéis este hecho absoluto-, entonces os preguntáis si de
alguna manera es posible romper este condicionamiento y no caer en otro,
sino ser libres, de modo que la mente pueda ser algo nuevo, sensitiva, viva,
alerta, intensa y capaz. Así que éste es nuestro problema. No hay otro.
Porque cuando la mente se renueva, puede enfrentarse a cualquier
problema, ya sea científico, el del hambre o el de la corrupción; entonces
ella es capaz de hacerle frente a cualquier circunstancia.
Por lo tanto, he aquí nuestra principal cuestión: si es posible que una mente,
de tal modo condicionada por tantos siglos, se desacondicione por sí misma
y no caiga en otro condicionamiento, de manera que sea libre, capaz,
intensamente viva, nueva y fresca para poder enfrentarse a cualquier
problema. Como ya dije, ésa es la única pregunta que nosotros, como seres
humanos, tenemos que encarar y encontrarle una contestación. Y no podéis
esperar que nadie os diga qué hacer: ¿Comprendéis? No podéis depender
de que nadie os diga os diga cómo habéis de descondicionaros; porque si en
efecto dependéis de una persona, os estáis condicionando según sus ideas y,
por consiguiente, de nuevo quedáis atrapados.
Por lo tanto, ved el problema inmenso que tenéis delante. No hay guía, ni
salvador, ni gurú; no hay ya más autoridad. Porque lo único que han hecho
es que nos han condicionado como hindú, musulmán, cristiano, comunista
y todo lo demás. No han contestado al problema. No han encontrado
solución para la humana desdicha, para la ansiedad humana, para ola
humana desesperación. Han dado escapes, pero los escapes no son la
contestación. Cuando tenéis un cáncer no podéis huir de él, tenéis que
hacerle frente.
Así que eso es lo primero que hay que comprender: que no podéis
depender de nadie para que os descondicione. Cuando comprendéis esto, o
bien os atemorizáis porque no podéis descansar en nadie, sino que tenéis
que hacerlo por vosotros mismos y eso es algo temible, o bien perdéis todo
temor y sabéis que tenéis que trabajar porque nadie puede ayudaros, r
consiguiente tenéis vitalidad, energía, el impulso para ello. Y sólo podéis
tener esa energía, ese impulso, esa vitalidad cuando o dependéis de nadie.
Entonces sois vuestros propio maestros, vuestros propios discípulos; estáis
aprendiendo, descubriendo.
Así, pues, estando nuestra pregunta muy clara, ¿cómo vamos a
proseguir?¿La comprendéis? ¿Comprendéis el problema? El problema debe
estar muy claro, o de otra manera no podréis contestarlo. La pregunta
puede plantearse en diez formas diferentes, pero la esencia del problema es
siempre la misma: las mentes humanas son moldeadas por las
circunstancias, por las influencias ambientales, por el propio temperamento
e inclinación, todo o cual le da forma y la condiciona. Y una mente
condicionada, moldeada por una creencia particular, por un dogma, por una
experiencia o inclinación, al ente no puede en modo alguno contestar la
siguiente pregunta: ¿es posible que una mente tan entumecida, pesada,
estúpida, tan fuertemente condicionada por las circunstancias, el ambiente,
etc., pueda libertarse a sí misma y, por consiguiente, enfrentarse a cada
problema de la vida en forma nueva?
Yo digo que puede, y voy ahondar en ello, a mostraros si es o no posible.
Pero yo no soy vuestro maestro, ni vosotros sois mis seguidores: ¡líbrenos
Dios!, porque en el momento en que seguís a alguien habéis destruido la
verdad. Así que todo lo que podemos hacer es considerar juntos la jornada,
no que yo os conduzca a lo largo de un sendero u os lo muestre, sino que
juntos participemos, que compartamos juntos este problema, y ente todos
descubramos los distintos retos y su solución.
Entonces, participación no quiere decir meramente extender las manos y
recibir algo. Participar significa que debéis estar extraordinariamente
dispuestos, ser perspicaces, para descubrir; de lo contrario no podéis
participar. Alguien puede obsequiaros la más bella joya; pero si no sabéis
que es la cosa más preciada, la arrojaréis y no podréis participar de ella. De
modo que para viajar juntos debéis ser capaces de caminar al unísono. Pero
l capacidad para caminar, para participar y observar depende de vuestro
interés. Y ese interés, esa seriedad, lega cuando contempláis la inmensidad
del problema. Es el problema lo que os hace ser serios, no se trata de que os
volváis serios. ¿Comprendéis la diferencia? Decimos que somos serios y
entonces atacamos el problema. No es así en absoluto. El problema en sí
mismo es tan grande que esa misma grandeza hace que seamos serios.
Entonces esa seriedad tiene vitalidad, tiene una enorme fuerza, flexibilidad
y uno puede llegar hasta el fin mismo del problema.
Hemos aprendido juntos el viaje, y juntos compartiremos la experiencia.
Por consiguiente, ya no sois meros escuchas; no estáis ya simplemente
oyendo unas pocas palabras o unas pocas ideas que aceptáis o rechazáis
diciendo: “Me gusta esto y no me agrada aquello”, ya que hemos
trascendido todo lo que es mera inclinación. He aquí, pues, nuestra primera
pregunta: ¿es posible para una mente human que ha sido condicionada a tal
extremo trascender ese condicionamiento? Si no estáis alerta a este
condicionamiento, no podéis en modo alguno trascenderlo. Ése es un hecho
obvio, ¿no es así? No es posible decir: “Estoy condicionado y tengo que
salvar este condicionamiento”. Eso no tiene sentido. Pero si estáis alerta a
cuán condicionados estáis, cuáles son los factores de este
condicionamiento, sus circunstancias, entonces podréis hacer algo. Pero si
no estáis alertas, entonces nada se puede hacer. Así que lo primero es estar
alertas al condicionamiento: cómo es que pensáis, cómo sentís, cuáles son
los motivos que hay tras de ese pensar, de ese sentir.
Es posible que alguien diga: “Bueno, todo esto es demasiado complicado;
yo deseo una simple píldora que pueda tomar rápidamente y que el
problema se resuelva.” No hay tal píldora. La vida es un proceso muy
complejo y no puede resolverse con triquiñuelas. Es necesario que os deis
cuenta de su complejidad, pero sólo puede ver esa complejidad quien es
enteramente sencillo. Si sois realmente sencillos, entonces podréis ver la
extraordinaria complejidad que ha en vosotros, y todos vuestros
condicionamientos. Pero ser sencillo es una de las cosas más difíciles. A
sencillez no está en el vestir un taparrabo o en hacer una comida al día, o en
ir alrededor de la tierra predicando alguna idiotez sin sentido. La sencillez
no es obediencia. Por favor, escuchad bien todo esto. La sencillez no es
seguir un ideal, la sencillez no es imitación –simplemente ser sencillos para
así poder ver. Todos saben que sólo pueden mirar un árbol, una flor, la
belleza de una tarde, cuando los ojos no están nublados, cuando la mente
no está divagando, cuando no estáis torturados por vuestro particular y
pequeño problema. Entonces es cuando se puede mirar el árbol el atardecer
tiene belleza; entonces, por esa sencillez, podréis observar.
Como he dicho, el ser sencillo es una de las cosas más arduas y difíciles.
Pero como sabéis, esa palabra ha sido recargada por todos los santos con
sus dogmas, sus pretensiones y en consecuencia los santos no son gente
sencilla en absoluto. Una mente sencilla es una que puede ver muy
claramente. Y en el momento en que algo se ve con claridad el problema
cesa. He ahí por qué el mirar nuestros condicionamientos requiere claridad.
Y sólo se puede tener claridad cuando no se dice “me gusta” o “no me
gusta”. ¿Comprendéis, señores? Yo deseo verme a mí mismo como ser
humano, lo que en realidad soy y no lo que pretendo ser y toda esa tontería.
Para ver muy claramente debe haber luz, y no hay luz si traduzco lo que
veo en términos de gusto o disgusto. ¿Comprendéis? Es muy sencillo
cuando se ahonda en ello –es muy, es muy sencillo. Esto es, para ver
cualquier cosa deberá haber luz y para tener luz debe haber amoroso
cuidado, y con claridad y cuidado se puede observar. Pero renunciáis a ese
cuidado y claridad cuando condenáis lo que veis o justificáis lo que sois.
Por esto, cuando se desea ver muy claramente, el gusto y el disgusto, el
juicio y la condena han de desaparecer. ¿Me estoy expresando con
claridad? Ésta es una cosa muy seria. Entonces encontréis que sois vuestro
propio guía, vuestra propia luz, que nadie puede apagar. De ese modo uno
empieza a descubrir por sí mismo la fuente de toda vida; esa fuente que se
había secado, que el hombre ha estado buscando eternamente.
Podéis tener gran prosperidad, como se tiene en Occidente y en América.
Podéis tener hambre, ser desdichados; pero la mera solución de estas cosas
no es la respuesta, porque nuestro ser, el ser humano, está en peligro.
Vuestra casa, que sois vosotros mismos, está ardiendo. Y para encontrar
una solución debéis ser capaces de ver claramente para razonar con
claridad. Pero la razón se vuelve locura cuando hay oscuridad.
¿Comprendéis, señores? Porque en los políticos hay oscuridad es por lo que
producen ineficiencia, odio, división entre los hombres. Y también los
sacerdotes, lo mismo en Oriente que en Occidente, están contribuyendo a
esta oscuridad. La religión, después de todo, no es cuestión de creencia, no
es lo que se cree o no se cree. La religión es el camino de la vida. Ella no
depende de ninguna creencia, de ningún dogma, de ningún ritual. Sólo la
mente religiosa que vive pacíficamente puede encontrar esa última
realidad.
Nota: los invito a razonar en los hechos redactados en este texto de 1966, ahora en el 2005 aun las cosas
no han cambiado mucho, la humanidad a perdido su rumbo de vida, y el materialismo nos a invadido con
mercancías estrafalarias y a generado un impulso consumista sin limites. Pensemos en la enseñanza que
podemos entregar a nuestros hijos y a las futuras generaciones, ya que nosotros somos los creadores del
futuro del planeta.
Atte.
Daniel Vivanco

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